martes, 28 de noviembre de 2006

El miedo

Miedo: Perturbación angustiosa del ánimo por un peligro real o imaginario, 2. Recelo o aprensión que uno tiene de que le suceda una cosa contraria a la qu e deseaba.

Es natural y beneficioso el sentimiento del miedo, desde el punto de vista de que nos ayuda a responder ante el peligro inminente e inmediato. Hace al organismo actuar de forma enérgica para conjurar la amenaza con todos los recursos físicos y mentales. Todo lo anterior es cierto si no nos paraliza, cosa esta que quizás ya no es tan beneficiosa en trances peligrosos para una u otra persona en tal situación.
Hago notar las palabras: inminente e inmediato. Aplicado en términos temporales de más extensión, solamente dificultan el análisis y la solución de problemas cotidianos y de otros de carácter más duraderos y que pueden ser perfectamente solucionables de no ser porque la angustia latente nos ofusca el raciocinio para hallar esa solución.

Hay un momento en la vida de las personas en que pensar se convierte en un lujo para ellas; las demás actividades diarias nos absorben la atención y preferimos, así como la comida rápida, los pensamientos e ideas ya preconcebidos y los asumimos como hechos, los damos por sentado y lo hacemos propio. En ese momento, hacemos dejación de los mecanismos naturales inherentes al ser humano para encontrar el significado de un pensamiento o de una idea y formar una opinión propia, individual o signar ese pensamiento o idea de manera consciente y consecuente con nuestra expectativa existencial.

Súmase a todo lo anterior y le precede, la innegable influencia por la educación de la sociedad, incluida la de la familia. Estas y aquellas del párrafo anterior, van conformando una actitud más bien de sometimiento ante normas y reglas que, a fecha de hoy, caducan con celeridad, siendo sustituidas por otras de pensamiento más acorde a principios aceptados por la mayoría de la humanidad y que propenden al mejoramiento humano.

Es así, que el miedo a perder objetos materiales o relaciones afectivas, termina por arruinar lo que pudiera ser una vida plena y nos vemos convertidos en prisioneros de dogmas, ideas enlatadas y caducas, laberintos de toda suerte para comulgar con una convivencia a todas luces retrógrada.

El mayor peligro de ese miedo latente y perdurable, es que finalmente desencadena actitudes violentas e irracionales que las más de las veces en lugar de subsanar la situación, desembocan en otra tan o más indeseable que la anterior.

Es natural y deseable el miedo al cambio si este se produce sin ser sopesado, analizado y de forma repentina, casi siempre brusca. Pero es indeseable y contraproducente cuando frena el natural desarrollo del ser humano hacia cotas superiores en su existencia y convivencia en el medio que le rodea.

El desconocimiento por un lado, producto de una deficiente o ausente educación, las más de las veces mecánica; la falta de tiempo por otro y una deficiente información; conspiran para crear sociedades en las que el individuo no es parte y arte del proceso social. Ese individuo no pasa de ser un apéndice o una pieza más, de un rompecabezas en las estructuras del gobierno y de la sociedad.
Para terminar, quisiera decir a mis lectores, que debemos ser parte de las soluciones y no del problema.